¿Qué hay de lo de siempre querido? ¿Cómo te trata la vida?
¿Cómo le tratas tú a ella? Te pido disculpas por la tardanza. Estuve ocupado
entre viajes, sustancias y acertijos. Recién terminé de leer On the
road, de Kerouac. Lo leí entre Argentina, Chile y Uruguay. Un pequeño
homenaje al libro. Un libro que te atrapa y te invita en cada capítulo a salir
y tomar el primer coche dirección al carajo. Sabes, en muchas ocasiones,
durante la lectura, pensaba que tú eras Sal y que me contabas tú la historia.
Era muy loco. Y hermoso.
La última carta que me mandaste me dejó pensando en dos
cosas. La primera es que si al final saliste a dar una vuelta con aquella
bicicleta. La segunda, me dejó analizando mi pieza y me di cuenta que no
conocía mi (des)orden. Cada día descubro algo nuevo en mi pequeño cuarto. Es un
juego muy divertido. Sobre todo a la noche, cuando cae la niebla y todo se ve
diferente.
Di un vistazo rápido a mi cuarto y vi un búho saliendo de
una lámpara que no se ve. A su lado, esta el AS de picas con gesto serio.
Llevan varios días ahí vigilándome. No consigo comunicarme con ellos ni llego a
entender si de verdad el búho sale de una lámpara o a dónde lleva la nube de
humo en la que está apoyado y que se pierde donde la pared y el techo se unen.
Hay también un extraño ser que de día es transparente y de
noche es amarillo. Aunque no siempre. Parece que hace poco estuvo por tierras
orientales pues lleva en la cabeza un típico sombrero asiático de color negro y
que desde que lo conocí nunca se lo ha quitado.
Hay más cosas en mi cuarto mágicas. Como la ventana. Por
ella a veces me asomo y siento que vuelo y las luces borrosas del horizonte
cada vez se ven más cerca pero los obstáculos que están cerca cada vez parecen
más lejos. Pienso que la ventana invierte las distancias y es también una
divertida forma de pasar el rato. Hay un momento, a veces, en el que ambas
cosas, cerca y lejos, están a la misma distancia y me da por creer que soy un
personaje en 2D por el que no pasa el tiempo.
Por lo demás, todo en orden. Llegué a un sendero con
aproximadamente un millón de bifurcaciones y no se veía el fin pero acepté el
reto y escogí al azar uno que tenía en sus costados signos de
interrogación dibujados. Miles de ellos. No sé dónde voy. Sólo sé que lo pasó
muy bien. Ya te contaré. Pero ya te digo que aprendí que todo es caminar.
Salud. Y cerveza
Ay Ladrón como le has cogido el gusto a la noche! Sin duda el mejor momento para pensar....
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