18.8.15

ACÁ.

El tiempo, todo locura.


¿Dónde hemos estado? Sí, ya, podríamos decir Buenos Aires, Madrid, Valparaíso o incluso aquí mismo; pero tú sabes a qué me refiero, ¿Dónde hemos estado?

Siempre que me hago esta pregunta sólo me sale quejarme de cuán rápido pasa el tiempo cuando le da por bailar y entonces rectifico: ¿Cuándo hemos estado? Porque, estar, podemos estar en cualquier pedazo de una tierra, pero si no estamos donde estamos es tiempo perdido, y así uno también pierde el lugar.

No sé si me explico. No sé si recuerdas al viejo Alonzo. Hace tiempo que perdió su Teatro Mágico y, antes incluso de empezar a buscar, las blancas páginas blancas se le quedaron así, límpidas, níveas, inmaculadas, como el mismo cráneo de alabastro que es la cúpula de Estagira.

Tal vez me haya vuelto demasiado demasiado demasiado  y por eso a menudo sueño que me persiguen y me encierro en el ascensor sin saber si la salida estará en el sótano o tal vez debiera huir por la azotea. Si yo no sé volar, me digo, pero los que tratan de atraparme tampoco. Y así me quedo, señalando con un dedo el botón a escoger, mientras mi otro dedo, maldito él, apunta a otro.

En fin, que hoy me senté frente al escritorio, y no supe manejar. 


11.8.15

VALPO


"Yo no he sabido nunca de su historia
un día nací allí, sencillamente"

¡Qué de tiempo, che! Han pasado tantas cosas que parece que fue ayer cuando te escribí por última vez. Cómo cambia la vida en tan poco tiempo. He aprendido en segundos lo que no he aprendido en años. En fin, ya te contaré. La verdad, hoy te escribo porque me acordé de ti. Estoy en el paraíso. O en Valparaíso, que viene a ser básicamente lo mismo. Nunca un nombre de ciudad describirá tan bien a la misma.

Y me acordé de ti porque aquí en Valpo descubrí algo que no sabía: hay ciudades que se parecen a personas. En serio. Créeme cuando te digo que Valparaíso se parece a ti. No solo se parece a ti sino que eres tú hecho ciudad. O tú eres Valparaíso hecho persona. Cómo quieras llamarlo. Es una sensación extrañísima. Cuánto más conozco este lugar, más me asombra lo que se parece a ti.

Sus cerros con sus subidas y sus bajadas, su enorme colorido, sus infinitas vistas al infinito que convierten en eterno un instante. Su esencia a pueblo que no quiere dejar de tener esencia de pueblo, su atmósfera única en la que el arte llega a los cinco sentidos: se oye, se ve, se toca, se huele y se saborea. Y te hace sentir tantas cosas que llegas a pensar que hay algún sentido más que aún no es conocido. Qué manera tan absolutamente maravillosa tiene Valparaíso de encerrar arte.

Su caótico desorden ordenado, su mar sin olor a mar, sus funiculares de otro siglo, sus bares, su mercado, su paila marina. Su gente. El acento “andaluz” de su gente... Todo, amigo, todo. Y en absolutamente todo te vi a ti. Es que eras tú.

Cómo disfruté paseando por Cerro Alegre al anochecer; recorriendo Cerro Concepción y Cerro Miraflores. Subir hasta el infinito a Cerro Florida, allí donde escribía Neruda, y bajar por la calle Ferrari y sentirte en otra realidad. Pocas veces me cansé tan poco después de haber andado tanto.

Valparaíso hay que sentirla. Mejor dicho, hay que andarla para sentirla. Es una ciudad que atrapa. Porque te sientes libre. Una ciudad que conmueve. Porque te pone en paz por dentro. Una ciudad que desgarra. Porque te cura. Es una ciudad que duele. Porque inspira.


Valpo, querido amigo, Valpo es una ciudad que se parece a ti. Porque admira. Cómo tú. Que eres de admirar.




Valparaiso, 22 de julio de 2015