Querido A. Testa (o quién seas
cuando me leas):
Perdona
la tardanza en la respuesta. Estos días he estado muy desocupado. En primer
lugar, quiero aclararte algo. Un pesimista nunca se rehabilita. Siempre está
ahí. Sigo vivo sólo que callado. También he de decirte que en realidad soy un
nostálgico y la nostalgia se asocia normalmente al pesimismo. Supongo que será
por aquello de ‘cualquier tiempo pasado fue mejor’. Que puede ser verdad, no
digo que no, pero una vez leí (y siempre pensé que iba dirigido a mí) que ‘el futuro puede verse negro pero no dejan de
ser páginas en blanco’ y al final a uno le convencen de que lo mejor está
por venir. Y ya que me hablas del Übermensh de Nietzsche; permíteme mencionarte
otro término alemán que una vez encontré buceando por la Red: Sehnsucht.
Esto sería, en resumidas cuentas, una nostalgia hacia el futuro (y no hacia al pasado);
una búsqueda del corazón del ser humano hacia algo que no sabe que es. Es un
término muy interesante que te invito a conocer más a fondo si es que aún no lo
conoces.
En cuanto a la cuestión que me planteas respecto a niños y adultos te comento que
es una cuestión interesante y compleja de responder que me ha tenido varios
días dándole vueltas al coco. Podría tirar de citas para responderte pero sería
escurrir el bulto y esto no se trata de eso. Al final, la conclusión que
extraje fue que depende de quién cumple los sueños. A un niño, por su falta de
independencia respecto a tantas cosas, le cumplen los sueños. No dependen de él
que sus anhelos se cumplan o no. Sin embargo, un adulto no. Un adulto cumple
sus sueños. Se fija sus objetivos y trabaja (o no) para cumplirlos. En ese
momento, en el momento en el cuál tus sueños los cumples tú (aunque sea ayudado
por otros) y no los cumplen por ti; en ese momento dejas de ser un niño y te
conviertes en adulto. Porque cumplir sueños no es ningún juego.
Respecto
a las otras cuestiones; no podría decirte que parte del niño se desvanece ni
qué porcentaje debemos mantener. Lo que sí puedo decirte son aquellas
particularidades de niños que no podemos perder de adultos. Me refiero,
principalmente, a dos aspectos: por un lado, a esas ganas terribles que tienen
los niños en buscar el porqué de las cosas que provoca ese asombro continuo en
el tiempo; todo es nuevo, todo es increíble. Y, por otro lado, a mantener un
poco la irracionalidad en los actos (desde el punto de vista positivo de la
irracionalidad). En este último punto, para dejarlo más claro, me remito a Luke
Rhinehart cuando escribió que:
“De niños se acepta con la misma facilidad ser buenos o malos,
americanos o comunistas. Y sin embargo, a medida que la cultura va
moldeándonos, acabamos insistiendo [cuando somos adultos] en desempeñar un solo
tipo de papel: o bueno o malo”.
Cambiando ya de tema, te cuento
algo muy curioso que me pasó el otro día. Verás, me monté en un autobús urbano y
cuando alcé la vista me di cuenta de que no conocía a nadie; de que no había
visto a toda esa gente en mi vida. Nunca me había pasado. Me sentí como si
estuviera, no sé, en Bagdad. Y aquella extraña sensación me llevo a pensar en
la cantidad de vidas y de historias que viajan en un autobús urbano. En serio.
Piénsalo por un momento. ¿Cuántas historias van montadas en un autobús (o en cualquier
otro transporte colectivo) y cuántas de esas historias estarán
interrelacionadas entre ellas tejiendo una complejísima red de historias de vida?
Y, tras eso, me puse a pensar también en la cantidad de vidas y de historias
que esconden cada una de las luces que se ven en la ciudad cuando el sol ya
hace un tiempo que se ha ido. Todas esas ventanas que vemos iluminadas en la
noche esconden cosas que seguramente nunca sabremos pero que, y no sé si a ti
te pasa, me atrae de una manera casi adictiva; el hecho de contar historias de
vida de gente como tú y como yo. Somos tantos, tan diferentes. Es apasionante.
¿No crees?
En fin, te despido dejándote
esta pequeña reflexión y esperando que en tu próxima misiva me cuentes también
un poco que piensas tú sobre el paso de niño a adulto. Es un tema interesante,
cuánto menos. Espero, también, que no te aburra el giro continuo de esta noria
que es la vida y que disfrutes de la subida y de la bajada, a partes iguales. Y
si, que suene la música. Alguien dijo que “cantad, siempre cantad, porque la
muerte es el silencio”.
5 de febrero de 2015, Buenos Aires
Nadie debería cumplir sus sueños. Yo digo, los sueños te encadenan. El deseo te esclaviza y no se es capaz de actuar libremente. El adulto consciente debe rechazar esos sueños como parte de un yo intrascendente y perecedero y pasar a lo que llaman estado superior de consciencia.
ResponderEliminarEn el momento en el que ese anhelo, el sehnsucht, desaparece. Todo el sufrimiento que provoca también se va con el, dejando solo lo que ES. Curiosamente siendo una tarea que podemos hacer desde el sofá de nuestra casa es también la más difícil de todas a las que el ser humano se puede enfrentar. La superación de la propia naturaleza, llegando al todo a través de la nada.