23.7.17

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¿Recuerdas aquellos versos que tenía desparramados por la cama y que dolían? Pues ya no puedo escribirlos. No puedo hacerlo. No puedo escribir algo que escribió un yo que ya no soy yo. Porque a decjr verdad, a pesar de las transitorias y cada vez más efímeras etapas duras de asimilar, esas que solo aparecen los domingos que no estás de resaca; a pesar de ellas, puedo decir que me va bien. Quiero decir con bien que ahora sonrío sin preocuparme del qué pensarán y que me estoy acostumbrando al olor de las nubes; ¿qué más puedo pedir?

No sé. Es que ahora mi vida es tranquila como un concierto de reggae. No sé. Es que ahora sé como controlar mis alas y volar tranquilo aunque de momento prefiera viajar más largo antes que más alto. Es jodido, en realidad, aguantar el peso de las alas pero ahora es mucho más fácil tirarse al vacío. Y sobre esto, sobre no tirarme al vacío; construí mi zona de confort en la que ya no habito tiempo ha. 
Es cierto que ahora tengo un yo interior más fuerte, más rebelde, más autoritario pero, pensándolo bien, desde que le hago más caso me va mejor. Es cierto que echo de menos al amor pero estoy empezando a sentir amor hacia otras cosas de la vida. Y así todo se atrae.

Nos hacemos mayores y empezamos a encontrarnos con que nuestro encuentro era estar perdido, no parar, luchar contra utopías. ¿Y ahora quién nos saca de esta rueda? Esta rueda en la que no queremos más. Pero tampoco menos. Esta rueda en la que nos sentimos protagonistas en una serie con muchos actores secundarios pero un claro personaje. 

¿Cuántas veces te he dicho que escribiría con asiduidad? ¿Será esta la definitiva? Siento que viene una explosión caótica de versos y sueños y estoy dispuesto a recoger todos y cada uno de ellos. Fermentándolos y regalándotelos como si fueran cerveza bien fría.

Se qué esto no es lo que esperas de mí. Pero se que también te alegra. Así que dame juego y juguemos. Tengo ansias de quemarme.

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